Uno de los abecé de una buena estrategia política es que no sólo hay que elegir bien a los aliados, sino fundamentalmente también a los adversarios. A medida que avanza el calendario electoral con las miradas puestas en las nacionales del año que viene y en las provinciales de 2023, las distintas fuerzas van tanteando el panorama interno y externo en los espacios que probablemente se anotarán en esas carreras.
Aunque aún falta para las definiciones, últimamente oficialistas y opositores van dando algunas señales de cómo van planificando la construcción de los liderazgos y, al tiempo, las relaciones con los antagonistas. Entre los casos testigos de la construcción de la dialéctica “amigo-enemigo” están los del kirchnerismo y el macrismo, hábiles en configurarla y en alimentarla para derivar en la reversión de la famosa “grieta”. En ese contexto, la tendencia en el diseño de las campañas marca que lo más redituable en las urnas es la identificación de un postulante o frente con diversas causas como la seguridad, la despenalización del aborto o tal o cual medida económica. Y, a partir de allí, marcar la diferencia con el otro. En eso andarían nuestros representantes y los aspirantes a serlo. En las primeras semanas de la pandemia y la cuarentena obligatoria, a fines de marzo, el ambiente dirigencial parecía en babia y las internas habían quedado en suspenso. En Tucumán, la relativa paz se había roto a partir de las internas del oficialismo provincial. El gobernador, Juan Manzur, y el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, habían movido el avispero. Habían blanqueado sus diferencias subterráneas en público y habían protagonizado un par de cruces. Lógicamente, como hasta el momento no hay posibilidades de reelección, la sucesión fue, es y será el asunto de la discordia. Las discrepancias se aplacaron por conveniencia y por pedido de la dirigencia y la relación transita ahora por un buen momento. Pasado el remolino, Manzur dio las pistas más claras sobre la cuestión que aborda esta columna. Tuvo un cambio rotundo de actitud en relación a la oposición.
Salvo alguno que otro caso, la oposición parecía adormecida y desarticulada. Manzur aprovechó esa situación y se reunió con quien fuera en varias oportunidades candidato a gobernador y quien en parte lidera el espacio de Juntos por el Cambio, el diputado José Cano. Llamó más la atención, sin embargo, el acercamiento -en público y en privado- con el intendente capitalino, Germán Alfaro. No sólo recompusieron relaciones institucionales sino que mantienen un cese de hostilidades inédito.
La figura del jefe municipal peronista genera expectativas en oficialistas y opositores por igual, por sus performances electorales y porque podría ser determinante para un frente en las urnas. De uno y otro lado creen que Alfaro está pergeñando un plan maestro y se desvelan por descubrirlo. Lo concreto es que por ahora, Alfaro sigue edificando pieza a pieza desde su propio partido y con cercanía de varios sectores del radicalismo local, algunos identificados con los intendentes radicales y con la senadora Silvia Elías. Aquí es pertinente un apartado: curiosamente, ella, la otra cabeza del armado opositor más numeroso y última postulante a la gobernación, no se reunió con Manzur y mantiene su discurso duro y crítico.
Volviendo al alfarismo, en el Partido de la Justicia Social coquetean, pero siguen en su propio juego. El único sobresalto que pasó el sector municipal fue el cruce con su propio legislador, Walter Berarducci. El ex secretario de Gobierno criticó duramente a Manzur en esta época de tregua. Su sucesor, Rodolfo Ocaranza, alzó la voz y lo frenó públicamente, al entender que estaba actuando de manera inorgánica y a destiempo. A Berarducci el episodio le costó la pérdida de espacios en el Municipio, de algún funcionario y de asesores. En el edificio Municipal creen, pese a esto, que la relación podrá recuperarse. Entendieron que por el momento, no es tan redituable en términos políticos cuestionar al oficialismo provincial y que tampoco es conveniente para las arcas de la Ciudad.
En el jaldismo se sigue con atención cada movimiento de Manzur. Se sabe que Jaldo siempre tuvo diálogo con Alfaro, aunque estos encuentros no eran un secreto, tampoco eran publicitados. De alguna manera, sienten que el titular del Ejecutivo está emulando en la Casa de Gobierno la estrategia del vice en la Legislatura. El referente tranqueño fue hábil para sumar peronistas que estaban alejados y para acercar, escuchar y dar participación a los legisladores de la oposición.
¿Qué rival elegirá Manzur para el oficialismo? ¿Cuál preferirá Jaldo?
En Juntos por el Cambio se están reacomodando. Cuando la distancia parecía profunda, Cano y Elías se mostraron juntos. Ser opositor en la pandemia no es tarea sencilla; cualquier cuestionamiento puede ser tildado de oportunista. El asunto que les quedó libre de esta sospecha es el punto más débil de esta gestión gubernamental: la seguridad. Los discursos se mantendrán encolumnados en esa temática. El partido que viene levantándola hace rato y que basó campañas enteras sobre este tópico es Fuerza Republicana. Su titular, Ricardo Bussi, también se metió entre los espacios e impulsa la idea de conformar un frente. En el medio, salió a cuestionar al alfarismo y cosechó una andanada de críticas. Las dudas sobre quiénes serán aliados y quienes rivales comenzarán a despejarse en los próximos meses.
Mientras, los dirigentes comienzan a dar pistas de a quiénes eligen parar en la vereda del frente.